
O te enamora o te espanta, pero es una ciudad que no deja indiferente a nadie. Amsterdam combina la Historia, la Arquitectura y la Cultura con toda clase de perversiones pensadas para el disfrute de adultos, en donde no es raro ver carteles de “sexshops” o “coffeshops” en fachadas del siglo XVI.
Con una riqueza artística de valor incalculable, con el Rijksmuseum con todos sus tesoros históricos, el museo Van Gohg y el Stedelij Museum, todo palidece a los ojos del turista con los dos exponentes que Amsterdam ha hecho su tarjeta de presentación: el sexo y los porros. De ellos ha hecho un reclamo turístico de innegable eficacia.
Turistas de medio Mundo disfrutan de la centenaria colección de fotografías pornográficas en el Museo del Sexo y de las prostitutas sindicadas de toda condición que se exhiben en el los escaparates del Barrio Rojo. Todo un barrio de sexo, en el que mujeres (con lucecita roja) y transexuales (con lucecita azul) enseñan cacha y reparten besitos para quien busque “amor”. Y después de un polvete, a un coffeshop, donde cualquier adulto puede comprarse 5 gramos de marihuana o de hachís y fumárselo con total impunidad.
Es sorprendente que una ciudad que huele a porro y a lonja sea una de las capitales más importantes de Europa. Tiene encanto y tiene morbo, pero no recomiendo una estancia de más de 6 días; corres riesgo de acabar harto de sexo.